jueves, 31 de octubre de 2013

EL PORTERO DEL PROSTIBULO

Hola!

Es una historia para disfrutar y reflexionar! A disfrutarla!

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No había en el pueblo un oficio peor conceptuado y peor pago que el de portero del prostíbulo. Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre?
 
De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque sus padres habían sido portero de ese prostíbulo y también antes, el padre de su padre.
 
Durante décadas, el prostíbulo se pasaba de padres a hijos y la portería se pasaba de padres a hijos.
 
Un día, el viejo propietario murió y se hizo cargo del prostíbulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio.
 
Modificó las habitaciones y después citó al personal para darle nuevas instrucciones.
Al portero, le dijo: A partir de hoy usted, además de estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal.
 
Allí anotará usted la cantidad de parejas que entran día por día. A una de cada cinco, le preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por semana, me presentará esa planilla con los comentarios que usted crea convenientes.
 
El hombre tembló, nunca le había faltado disposición al trabajo pero.....
Me encantaría satisfacerlo, señor - balbuceó - pero yo... yo no sé leer ni escribir.
¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto...
Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabajé en esto toda mi vida, también mi padre y mi abuelo...
 
No lo dejó terminar.
Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Así que, lo siento. Que tenga suerte. Y sin más, se dio vuelta y se fue.
 
El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a sí a su casa, por primera vez desocupado. ¿Qué hacer?
 
Recordó que a veces en el prostíbulo, cuando se rompía una cama o se arruinaba una pata de un ropero, él, con un martillo y clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo.
 
Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, sólo tenía unos clavos oxidados y una tenaza mellada.
 
Tenía que comprar una caja de herramientas completa. Para eso usaría una parte del dinero recibido. En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no había una ferretería, y que debía viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra.
 
¿Qué más da? Pensó, y emprendió la marcha.
A su regreso, traía una hermosa y completa caja de herramientas. No había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino.
Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme.
Mire, sí, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como me quedé sin empleo...
Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano.
Está bien.
A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó la puerta. Mire, yo todavía necesito el martillo.
 
¿Por qué no me lo vende?
No, yo lo necesito para trabajar y además, la ferretería está a dos días de mula.
Hagamos un trato - dijo el vecino- Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos de vuelta, más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?
Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro días...
Aceptó. Volvió a montar su mula.
Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.
Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?
 
Sí... Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatros días de viaje, y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro días para nuestras compras. 
 
El ex - portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
"...No todos disponemos de cuatro días para compras", recordaba. Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara a traer herramientas.
En el siguiente viaje decidió que arriesgaría un poco del dinero de la indemnización, trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo de viajes.
 
La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.
 
Pronto entendió que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podría ahorrar más viajes y ganar más dinero. Alquiló un galpón.
Luego le hizo una entrada más cómoda y algunas semanas después con una vidriera, el galpón se transformó en la primera ferretería del pueblo.
Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, de la ferretería del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. Él era un buen cliente.
Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más lejanos preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha.
 
Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricar para él las cabezas de los martillos.
Y luego, ¿por qué no? Las tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos.....
Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario más poderoso de la región.
Tan poderoso era, que un año para la fecha de comienzo de las clases, decidió donar a su pueblo una escuela.
Allí se enseñaría además de lectoescritura, las artes y los oficios más prácticos de la época.
El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazó y le dijo:
 
Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de la nueva escuela.
 
El honor sería para mí - dijo el hombre -. Creo que nada me gustaría más que firmar allí, pero yo no sé leer ni escribir. Yo soy analfabeto.
¿Usted? - dijo el intendente, que no alcanzaba a creerlo - ¿Usted no sabe leer ni escribir? ¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto, ¿qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?
Yo se lo puedo contestar - respondió el hombre con calma -. Si yo hubiera sabido leer y escribir... sería portero del prostíbulo!
 

martes, 22 de octubre de 2013

ESPOSAS MENTALES



Un habitante de un pequeño pueblo descubrió un día que sus manos estaban aprisionadas por unas esposas. Cómo llegó a estar esposado es algo que carece de importancia. Tal vez lo esposó un policía, quizás su mujer, tal vez era esa la costumbre en aquella época. Lo importante es que de pronto se dio cuenta de que no podía utilizar libremente sus manos, de que estaba prisionero.
Durante algún tiempo forcejeó con las esposas y la cadena que las unía intentando liberarse. 

Trató de sacar las manos de aquellos aros metálicos, pero todo lo que logró fueron magulladuras y heridas. Vencido y desesperado salió a las calles en busca de alguien que pudiese liberarlo. Aunque la mayoría de los que encontró le dieron consejos y algunos incluso intentaron soltarle las manos, sus esfuerzos sólo generaron mayores heridas, agravando su dolor, su pena y su aflicción. Muy pronto sus muñecas estuvieron tan inflamadas y ensangrentadas que dejó de pedir ayuda, aunque no podía soportar el constante dolor, ni tampoco su esclavitud.

Recorrió las calles desesperado hasta que, al pasar frente a la fragua de un herrero, observó cómo éste forjaba a martillazos una barra de hierro al rojo. Se detuvo un momento en la puerta mirando. Tal vez aquel hombre podría... 
Cuando el herrero terminó el trabajo que estaba haciendo, levantó la vista y viendo sus esposas le dijo: "Ven amigo, yo puedo liberarte". Siguiendo sus instrucciones, el infortunado colocó las manos a ambos lados del yunque, quedando la cadena sobre él.

De un solo golpe, la cadena quedó partida. Dos golpes más y las esposas cayeron al suelo. Estaba libre, libre para caminar hacia el sol y el cielo abierto, libre para hacer todas las cosas que quisiera hacer. Podrá parecer extraño que nuestro hombre decidiese permanecer en aquella herrería, junto al carbón y al ruido. Sin embargo, eso es lo que hizo. Se quedó contemplando a su libertador. Sintió hacia él una profunda reverencia y en su interior nació un enorme deseo de servir al hombre que lo había liberado tan fácilmente. Pensó que su misión era permanecer allí y trabajar. Así lo hizo, y se convirtió en un simple ayudante.

Libre de un tipo de cadenas, adoptó otras más profundas y permanentes: puso esposas a su mente. Sin embargo, había llegado allí buscando la libertad.


jueves, 10 de octubre de 2013

MORIR EN LA PAVADA


Mis saludos a todos!!


Este es otro cuento que Menapache adaptó a la República Argentina y zonas aledañas. Me parece muy interesante. Hay otra versión de éste cuento por Anthony de Mello. 

Me resulta muy gráfico y qué bueno sería que al menos a uno de los que lo lean, sienta este "deseo de volar"!!

Lo comparto con ustedes!

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(Autor: Mamerto Menapache - Publicado en Cuentos Rodados, Editorial Patria Grande, Argentina)

Una vez un catamarqueño, que andaba repechando la cordillera, encontró entre las rocas de las cumbres un extraño huevo. Era demasiado grande para ser de gallina. Además hubiera sido difícil que este animal llegara hasta allá para depositarlo. Y resultaba demasiado chico para ser de avestruz.


No sabiendo lo que era, decidió llevárselo. Cuando llegó a su casa, se lo entregó a la patrona, que justamente tenía una pava empollando una nidada de huevos recién colocados. Viendo que más o menos eran del tamaño de los otros, fue y lo colocó también a éste debajo de la pava clueca.


Dio la casualidad que para cuando empezaron a romper los cascarones los pavitos, también lo hizo el pichón que se empollaba en el huevo traído de las cumbres. Y aunque resultó un animalito no del todo igual, no desentonaba demasiado del resto de la nidada. Y sin embargo se trataba de un pichón de cóndor. Si señor, de cóndor, como usted oye. Aunque había nacido al calor de la pava clueca, la vida le venía de otra fuente.


Como no tenía de donde aprender otra cosa, el bichito imitó lo que veía hacer. Piaba como los otros pavitos, y seguía a la pava grande en busca de gusanitos, semillitas y desperdicios. Escarbaba la tierra, y a los saltos trataba de arrancar las frutitas maduras del tuitá. Vivía en el gallinero, y le tenía miedo a los cuzcos lanudos que muchas veces venían a disputarle lo que la patrona tiraba en el patio de atrás, después de las comidas. De noche se subía a las ramas del algarrobo por miedo a las comadrejas y otras alimañas. Vivía totalmente en la pavada, haciendo lo que veía hacer a los demás.
A veces se sentía un poco extraño. Sobre todo cuando tenía oportunidad de estar a solas. Pero no era frecuente que lo dejaran solo. El pavo no aguanta la soledad, ni soporta que otros se dediquen a ella. Es bicho de andar siempre en bandada, sacando pecho para impresionar, abriendo la cola y arrastrando el ala. Cualquier cosa que los impresione, es inmediatamente respondida con una sonora burla. Cosa muy típica de estos pajarones, que a pesar de ser grandes, no vuelan.


Un mediodía de cielo claro y nubes blancas allá en las altura, nuestro animalito quedó sorprendido al ver unas extrañas aves que planeaban majestuosas, casi sin mover las alas. Sintió como un sacudón en lo profundo de su ser. Algo así como un llamado viejo que quería despertarlo en lo íntimo de sus fibras. Sus ojos acostumbrados a mirar siempre al suelo en busca de comida, no lograban distinguir lo que sucedía en las alturas. Pero su corazón despertó a una nostalgia poderosa. ¿Y él, porqué no volaba así? El corazón le latió, apresurado y ansioso.


Pero en ese momento se le acercó una pava preguntándole lo que estaba haciendo. Se rió de él cuando sintió su confidencia. Le dijo que era un romántico, y que se dejara de tonterías. Ellos estaban en otra cosa. Tenía que ser realista y acompañarla a un lugar donde había encontrado mucha frutita madura y todo tipo de gusanos.


Desorientado el pobre animalito se dejó sacar de su embrujo y siguió a su compañera que lo devolvió a la pavada. Retomó su vida normal, siempre atormentado por una profunda insatisfacción interior que lo hacía sentir extraño.


Nunca descubrió su verdadera identidad de cóndor. Y llegado a vieja, un día murió. Sí, lamentablemente murió en la pavada como había vivido.
¡Y pensar que había nacido para las cumbres!


martes, 8 de octubre de 2013

PATALEANDO (Mamerto Menapace)

Este cuento me parece extraordinario. Que lo disfruten!!

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Una ranita salió con una amiga a recorrer la ciudad, aprovechando los charcos que dejara una gran lluvia. 

Ustedes saben que las ranitas sienten una especial alegría luego de los grandes chaparrones, y que esta alegría las induce a salir de sus refugios para recorrer mundo. 
Su paseo las llevó más allá de las quintas. Al pasar frente a una chacra de las afueras, se encontraron con un gran edificio que tenía las puertas abiertas. Llenas de curiosidad se animaron mutuamente a entrar. 

Era una quesería. En el centro de la gran sala había una enorme tina de leche. Un tablón permitió a ambas ranitas trepar hasta la gran olla, en su afán de ver cómo era la leche.
Pero, calculando mal el último saltito, se fueron las dos de cabeza dentro de la tina, zambulléndose en la leche.

Lamentablemente pasó lo que suele pasar: caer fue una cosa fácil; salir era el problema. Porque, desde la superficie de la leche hasta el borde del recipiente, había como dos cuartas de diferencia. Y aquí era imposible ponerse en vertical. El líquido no ofrecía apoyo ni para erguirse ni para saltar.

Comenzó el pataleo. Pero, luego de un rato, la amiga se dio por vencida. Constató que todos sus esfuerzos eran inútiles y se tiró al fondo. Lo último que se le escuchó fue: "Glu-glu-glu", que es lo que suelen decir los que se dan por vencidos.


Nuestra ranita, en cambio no se rindió. Se dijo que, mientras viviera, seguiría pataleando. Y pataleó, pataleó y pataleó. Tanta energía y constancia puso en su esfuerzo, que finalmente logró solidificar la nata que había en la leche y, parándose sobre el pan de manteca, hizo pie y saltó para afuera.

domingo, 29 de septiembre de 2013

CERRAR CICLOS


Comparto con ustedes este interesante relato de Pablo Cohelo

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Hay que saber cuándo una etapa llega a su fin.

Cuando insistimos en alargarla más de lo necesario, perdemos la alegría y el sentido de las otras etapas que tenemos que vivir. Poner fin a un ciclo, cerrar puertas, concluir capítulos…, no importa el nombre que le demos, lo importante es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya terminaron.

El pasado no volverá, todo pasa, y lo mejor que podemos hacer es no volver a ello. Todo en este mundo visible es una manifestación del mundo invisible, de lo que sucede en nuestro corazón. Deshacerse de ciertos recuerdos significa también dejar libre un espacio para que otras cosas ocupen su lugar.

Dejar para siempre. Soltar. Desprenderse. Nadie en esta vida juega con cartas marcadas. Por ello, unas veces ganamos y otras, perdemos. No esperes que te devuelvan lo que has dado, no esperes que reconozcan tu esfuerzo, que descubran tu genio, que entiendan tu amor. Deja de encender tu televisión emocional y ver siempre el mismo programa, en el que se muestra cómo has sufrido con una determinada pérdida: eso no hace sino envenenarte.

Antes de comenzar un nuevo capítulo hay que terminar el anterior: repítete a ti mismo que el pasado no volverá jamás. Recuerda que hubo una época en que podías vivir sin aquello, sin aquella persona, que no hay nada insustituible, que un hábito no es una necesidad. Puede parecer obvio, puede que sea difícil, pero es muy importante.

Cerrar ciclos. No por orgullo, ni por incapacidad, ni por soberbia, sino porque, sencillamente, aquello ya no encaja en tu vida. Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la casa, sacude el polvo.


Deja de ser quien eras, y transformate en el que eres.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Este vídeo es imperdible! 

Me parece maravilloso, tómense el tiempo para disfrutar en 10 minutos una enseñanza para toda la vida... 

...se llama "El punto" y es interpretado por "Luis Pescetti"


sábado, 21 de septiembre de 2013

LA ENFERMEDAD EMOCIONAL

Este escrito es mi pensamiento personal de la "Enfermedad Emocional"; en el mismo doy mi punto de vista, siguiendo los conceptos de quien fue mi amigo y maestro el Dr. Hugo Spañol. Ya que hay varias líneas de investigación, pero concretamente a la que me adhiero es a la que él ha creado.

Es una temática ardua, ya que "el sistema y la sociedad están enfermos", y necesitamos de la ayuda de varias voluntades para revertir lo que la medicina está creando...(enfermos crónicos irreversibles); cuando tenemos en nuestras manos la gran oportunidad de aportar un eslabón imprescindible, en la cadena del enfoque médico actual. 

Aprovecho la oportunidad para alentar a todos a apoyar lo que al Dr. Hugo Spañol le llevó toda su vida, dedicada a los pacientes y a esclarecer de qué se trata "la enfermedad emocional". 

Mi más profundo agradecimiento, por toda su obra, su humanidad y habernos dejado el "legado" y el "compromiso" de seguir trabajando, divulgando, y ayudando a ayudar.
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La "enfermedad emocional" es un concepto relativamente nuevo para el mundo, sin embargo el Dr. Hugo Spañol viene trabajando ésta idea desde sus primeras observaciones en el campo de la medicina. Concretamente en la década del 70 ya tenía un concepto propio y pulido que obviamente con los años fue corroborando y enriqueciendo.

Para quien no sabe de quién estoy hablando, Hugo Spañol fue médico psiquiatra, recientemente dejó de estar físicamente con nosotros; pero indudablemente de otra manera sigue estando presente, (fundamentalmente con quienes hemos tenido la dicha de conocerlo personalmente) me refiero al hecho concreto de tener presente día a día su sabiduría; la palabra justa, combinada con sus gestos; además de haber quedado el legado de sus libros, sus pensamientos y algo mucho más importante que el papel y la tinta, los "miles" de casos clínicos concretos, que a cada paciente le ha podido "ayudar a ayudarse". Sobretodo a ayudarles a devolverse una vida digna, cuando eran, en muchos casos "víctimas de un diagnóstico"; por esta lamentable y mediocre visión actual de la medicina (en lineas generales). Ha tenido una trayectoria profesional inigualable en múltiples aspectos. Ha dado muchísimas conferencias, con una repercusión extraordinaria, con un incalculable valor en sus reconocimientos, fundamentalmente por parte del público, quien era el receptor de la información tan bien brindad por él. 

Si bien en el campo profesional fue muy respetado, querido y amado, por la sociedad médica no ha tenido el reconocimiento y apoyo suficiente y necesario, a pesar que lo que él siempre ha planteado fueron "hechos" y no "meras opiniones". 

No obstante lo que él siempre ha proclamado es la importancia de llegar al "DIAGNÓSTICO ETIOLÓGICO" (causa), y no sólamente al diagnóstico sintomatológico, como se suele hacer. 

Un precepto fundamental es que en la gran mayoría de los casos el ser humano se enferma de sus "circunstancias", dónde se desarrollan las emociones negativas, que llevan a la corta o a la larga a la "enfermedad emocional", el inicio de la sintomatología es tan sutil, que pasamos a tomarla como algo normal; cuando en realidad es algo "frecuente", pero anormal. El "acostumbramiento" a la ansiedad, angustia, crisis de llantos, insomnio, irritabilidad, mal humor, olvidos, distracciones, contracturas musculares de todo tipo, algias, crisis asmátiformes (falta de aire), alteraciones digestivas, palpitaciones, etc., (la lista es en verdad muy amplia) pero lo concreto es que no le damos la importancia al síntoma, como un aviso que algo malo nos está ocurriendo (más importante que el síntoma en sí) y muchas veces, vamos de especialista en especialista, a buscar alivio a esa sintomatología, en "la era del anti".... 

Ansiedad = Ansiolítico
Contracturas = Miorrelajantes
Acidez gástrica = Anti-ácidos
Dolores de diversa índole = Anti-álgicos
Alergias = Anti-histamínicos

Aquí también la lista es muy extensa....

No se pone en tela de juicio que el fármaco sea utilizado, lo que el dr. Hugo Spañol, y quienes seguimos su línea, planteamos a viva voz, que además del tratamiento farmacológico, se llegue al "diagnóstico etiológico". Que como decíamos, por lo general, se va a encontrar la causa, en las circunstancias de cada individuo. O sea en los "roles básicos de convivencia" (mi esposa/o, mi hija/o, mi madre o padre, mi hermano, mi trabajo, mis afectos, etc.), y para ello se requiere que el profesional brinde de sí, dos cosas fundamentales, "tiempo" e "información adecuada", ello se logra con un abordaje holístico (totalitario) del ser humano. 

Lo lamentable es que ésta línea pareciera no ser "redituable" para el "negocio de la medicina" y de los "fármacos". Es mucho más "rentable" un "enfermo crónico", que tenga que tomar de por vida un fármaco y atenciones y controles permanentes, a un paciente que al ser ayudado a comprender sus circunstancias, y ayudarlo a él mismo resolverlas, disuelve su causa, quedando libre de enfermedad (se cura). 

   

miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL VALOR DE LAS COSAS


Esta es una hermosa historia, para tenerla siempre a mano, y leerla cada tanto. Que la disfruten!!

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(Autora: Mercedes Reyes)

"Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?"

El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después...- y haciendo una pausa agregó Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

-E...encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien-asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió.

Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Que importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.

-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente...

El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-.

Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?


Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

lunes, 16 de septiembre de 2013

LA VISITA DE TU VIDA

Este relato me parece muy significativo para graficar este concepto de "la felicidad como camino"

Que lo disfruten!

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Un señor hacía una gira turística por Europa.

Al llegar al Reino Unido, compró en el aeropuerto una especie de guía de los castillos de las islas. Algunos tenían días de visita y otros, horarios muy estrictos. Pero el más llamativo era el que se presentaba como "La visita de tu vida". 

En las fotos, por lo menos, parecía un castillo ni más ni menos espectacular que otros, pero se lo recomendaba muy especialmente... 

Se explicaba allí que, por razones que después se comprenderían, las visitas no se pagaban por anticipado, pero era imprescindible pactar una cita; es decir, día y hora. 

Intrigado por lo diferente de la propuesta, el hombre llamó desde su hotel esa misma tarde y acordó un horario.
Las cosas han sido siempre iguales en el mundo: basta que uno tenga una cita importante, con hora precisa y necesidad de ser puntual, para que todo se complique. Esta no fue la excepción y diez minutos más tarde de la hora pactada, el turista llegó al palacio.

Se presentó ante un hombre con falda a cuadros que lo esperaba y que le dio la bienvenida.

-"¿Los demás ya pasaron con el guía?", consultó al no ver a ningún otro visitante.

-"¿Los demás? -repreguntó el hombre- No. Las visitas son individuales y no tenemos guías que ofrecer".

Sin hacerle mención del horario, le explicó un poco de la historia del castillo y le refirió algunos detalles sobre los que debía prestar especial atención. Las pinturas en los muros. Las armaduras del altillo. Las máquinas de guerra del salón norte, debajo de la escalera, las catacumbas y la sala de torturas en la mazmorra.

Dicho esto, le dio una cuchara y le pidió que la sostuviera en forma horizontal, con la parte cóncava hacia el techo.
-"¿Y esto?", preguntó el visitante.
-"Nosotros no cobramos un derecho de visita -aclaró el recepcionista- 

Para evaluar el costo de su paseo recurrimos a este mecanismo. Cada visitante lleva una cuchara como esta, llena hasta el borde de arena fina. 

Aquí caben exactamente 100 gramos. Después de recorrer el castillo pesamos la arena que ha quedado en la cuchara y le cobramos una libra por cada gramo que haya perdido... Una manera de evaluar el costo de la limpieza", concluyó.

-"¿Y si no pierdo ni un gramo?".
-"Ah, mi querido señor, entonces su visita al castillo será gratuita"
Entre divertido y sorprendido por la propuesta, el hombre vio cómo el anfitrión colmaba de arena la cuchara y comenzó su viaje.

Confiando en su pulso, subió las escaleras muy despacio y con la vista fija en la cuchara.

Al llegar arriba, a la sala de armaduras, prefirió no entrar porque le pareció que el viento haría volar la arena y decidió bajar de manera cuidadosa.

Al pasar junto al salón que exhibía las máquinas de guerra, debajo de la escalera, se dio cuenta de que para verlas con detenimiento, era necesario inclinarse muy forzado y sostenerse de la barandilla. 

No era peligroso para su integridad, pero hacerlo implicaba la certeza de derramar algo del contenido de su cuchara, así que se conformó con mirarlas desde lejos.
Otro tanto, le pasó con la más que empinada escalera que conducía a las mazmorras.
Por el pasillo, de regreso al punto de partida, caminó contento hacia el hombre de la falda escocesa que lo aguardaba con una balanza. 

Allí vació el contenido de su cuchara y esperó el dictamen.
-"Asombroso, ha perdido menos de medio gramo -anunció- lo felicito y tal como usted predijo, esta visita le ha salido gratis".

-"Gracias...".
-"Y... ¿ha disfrutado de la visita?", preguntó el de la recepción.
 El turista dudó y, por último, decidió ser sincero.
-"La verdad es que no mucho. Estaba tan ocupado en cuidar de la arena que no tuve oportunidad de mirar lo que usted me señaló".
-"Pero... ¡Qué barbaridad!... Mire, voy a hacer una excepción. Voy a llenarle otra vez la cuchara, porque es la norma, pero ahora olvídese de cuánto derrama; faltan 12 minutos para el turno del próximo visitante. Vaya y regrese antes de que él llegue".

Sin perder tiempo, el hombre tomó la cuchara, corrió hacia el castillo, al llegar allí dio una mirada rápida a lo que había, bajó más que corriendo a las mazmorras y llenó las escaleras de arena. No se quedó casi ni un momento porque los minutos pasaban y prácticamente voló hacia el pasaje debajo de la escalera. Al inclinarse para entrar, se le cayó la cuchara y derramó todo el contenido. Miró su reloj: habían pasado 11 minutos.

Dejó otra vez sin ver las máquinas y corrió hasta el hombre de la entrada a quien le entregó la cuchara vacía.
-"Bueno, esta vez sin arena, pero no se preocupe, tenemos un trato".
-"¿Qué tal? ¿Ahora, disfrutó la visita?"
Otra vez el visitante dudó unos momentos y respondió:
-"La verdad es que no; estuve tan ocupado en llegar antes que el otro, que perdí toda la arena, pero igual no disfruté nada".

El hombre de la falda, encendió su pipa y le dijo:
-"Hay quienes cuando recorren el castillo, "la visita de su vida", tratan de que no les cueste nada, no pueden disfrutarlo. Hay otros tan apurados en llegar pronto, que lo pierden todo sin disfrutarlo. Unos pocos, aprenden esta lección y se toman su tiempo para cada recorrido.

Descubren y disfrutan cada rincón, cada paso. Saben que no será gratuito, pero entienden que los costos de vivir valen la pena".