Extracto de la introducción del libro “La libertad,
primera y última” de Jiddu Krishnamurti
Comunicarnos unos con otros, aun conociéndonos bien,
es en extremo difícil. Podré usar palabras que para vosotros tengan diferente
sentido que para mí.
La comprensión sólo llega cuando nosotros ‑vosotros
y yo- nos encontramos en el mismo nivel al mismo tiempo. Ello ocurre tan sólo
cuando existe verdadero afecto entre las personas; entre marido y mujer, entre
amigos íntimos. Esa es la verdadera comunión. El entendimiento instantáneo
adviene cuando nos encontramos en el mismo nivel al mismo tiempo.
Resulta muy arduo establecer contacto unos con otros
en forma fácil, eficaz y con efectos definitivos. Yo empleo palabras que son
muy sencillas, que no son técnicas, porque no creo que ningún tipo técnico de
expresión vaya a ayudarnos a resolver nuestros difíciles problemas. Desearía
transmitir, con las palabras muy sencillas de que nos valemos en nuestra vida
diaria, algo de significación más profunda; pero ello resulta muy difícil si no
sabéis escuchar.
Existe un arte de escuchar. Para escuchar de veras,
habría que abandonar o hacer a un lado todos los prejuicios, formulaciones
previas y diarias actividades. Cuando os halláis en un estado mental receptivo,
las cosas pueden comprenderse con facilidad; cuando vuestra verdadera atención
está puesta en algo, escucháis. Desgraciadamente, empero, la mayoría de
nosotros escucha a través de un tamiz de resistencia. Nos escudamos en
prejuicios religiosos o espirituales, psicológicos o científicos; o en nuestros
diarios deseos, preocupaciones y temores. Escuchamos con todo eso por tamiz. De
ahí que en realidad escuchemos nuestro propio ruido, nuestro propio sonido, no
lo que se dice. Es en extremo difícil hacer a un lado nuestra educación,
nuestros prejuicios, nuestras inclinaciones, nuestra resistencia, y, llegando
más allá de la expresión verbal, escuchar de modo tal que comprendamos al
instante. Esa va a ser una de nuestras dificultades.
Si, durante esta disertación, algo de lo que se dice
resulta opuesto a vuestro modo de pensar y a vuestra creencia, escuchad; nada
más; no resistáis. Podréis tener razón, y yo podré estar equivocado; pero
escuchando y considerando esto juntos, vamos a descubrir qué es la verdad. La
verdad no puede dárosla nadie. Tenéis que descubrirla; y, para descubrir, es
preciso que haya un estado mental en el que exista la percepción directa. No
hay percepción directa cuando hay una resistencia, un resguardo, una
protección.
La comprensión llega dándose uno cuenta de lo que es. Saber exactamente lo que es, lo real, lo efectivo, sin
interpretarlo, sin condenarlo ni justificarlo, es, por cierto, el comienzo de
la sabiduría. Sólo cuando empezamos a interpretar, a traducir de acuerdo con
nuestro “condicionamiento”, a nuestro prejuicio pasamos por alto la verdad.
Ello, al fin y al cabo, es como la investigación.
Saber lo que una cosa es, lo que ella es exactamente, requiere investigación; no podéis
traducirla conforme con vuestros estados de ánimo.
De un modo análogo, si podemos mirar, observar,
escuchar, darnos cuenta de lo que es,
exactamente, entonces el problema está resuelto. Y eso es lo que procuramos
hacer en todas estas disertaciones. Voy a señalaros lo que es, y no a traducirlo caprichosamente; y tampoco vosotros deberíais
traducirlo o interpretarlo conforme con vuestro trasfondo o educación.
¿No es posible, entonces, darse cuenta de toda cosa
tal como ella es? Partiendo de ahí, ‑ciertamente, puede haber comprensión.
Reconocer, darse cuenta, descubrir lo que es, pone fin a la lucha. Si yo sé que
soy mentiroso, ese es un hecho que reconozco, la lucha ha terminado. Reconocer,
darse cuenta de lo que uno es, representa ya el comienzo de la sabiduría, el
comienzo de la comprensión que os libra del tiempo. Introducir el factor tiempo
‑no el tiempo en un sentido cronológico sino como medio, como proceso
psicológico, proceso de la mente- es destructivo y crea confusión.
Podemos, pues, tener comprensión de lo que es,
cuando lo reconocemos sin condenación, sin justificación, sin identificación.
Saber que uno se halla en cierta condición, en cierto estado, es de por sí un
proceso de liberación; pero un hombre que no se da cuenta de su condición, de
su lucha, trata de ser otra cosa que lo que él es, lo cual produce hábito.
Tengamos presente, entonces, que deseamos examinar lo que es, observar y captar exactamente qué es lo existente, sin
tendencia alguna, sin darle una interpretación.