Comparto con ustedes este interesante relato de Pablo Cohelo
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Hay
que saber cuándo una etapa llega a su fin.
Cuando
insistimos en alargarla más de lo necesario, perdemos la alegría y el sentido
de las otras etapas que tenemos que vivir. Poner fin a un ciclo, cerrar
puertas, concluir capítulos…, no importa el nombre que le demos, lo importante
es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya terminaron.
El
pasado no
volverá, todo pasa, y lo mejor que podemos hacer es no volver a ello. Todo en
este mundo visible es una manifestación del mundo invisible, de lo que sucede
en nuestro corazón. Deshacerse de ciertos recuerdos significa también dejar
libre un espacio para que otras cosas ocupen su lugar.
Dejar
para siempre. Soltar. Desprenderse. Nadie en esta vida juega con cartas
marcadas. Por ello, unas veces ganamos y otras, perdemos. No esperes que te devuelvan
lo que has dado, no esperes que reconozcan tu esfuerzo, que descubran tu genio,
que entiendan tu amor. Deja de encender tu televisión emocional y ver siempre
el mismo programa, en el que se muestra cómo has sufrido con una determinada
pérdida: eso no hace sino envenenarte.
Antes
de comenzar un nuevo capítulo hay que terminar el anterior: repítete a ti mismo
que el pasado no volverá jamás. Recuerda que hubo una época en que podías vivir
sin aquello, sin aquella persona, que no hay nada insustituible, que un hábito
no es una necesidad. Puede parecer obvio, puede que sea difícil, pero es muy
importante.
Cerrar
ciclos. No por orgullo, ni por incapacidad, ni por soberbia, sino porque,
sencillamente, aquello ya no
encaja en tu vida. Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la
casa, sacude el polvo.
Deja
de ser quien eras, y transformate en el que eres.
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