Una
pareja de recién casados, se mudó a un barrio muy tranquilo.
La
primera mañana en la casa nueva, mientras desayunaban, la chica observó a
través de la ventana, que una vecina colgaba sábanas en un
tendedero.
-"¿Qué
sábanas tan sucias cuelga la vecina!", comentó.
Y
agregó: "Quizás necesita un jabón nuevo. . . ojala pudiera ayudarla
a lavar las sábanas".
El
marido miró y se quedó callado.
Y
así, cada dos o tres días, la mujer repetía el discurso, mientras
la vecina tendía sus ropas al sol y al viento.
Al
mes, una mañana la mujer se sorprendió al ver que la vecina tendía
las sábanas muy limpias y le comentó al marido:
-"¡Mira,
ella aprendió a lavar la ropa! ¿Le habrá enseñado otra
vecina?".
El
marido, muy calmo, le respondió:
-"No,
hoy pude levantarme más temprano y lavé los vidrios de nuestra
ventana".
Y
concluyó:
-"La
vida es así; todo depende de la limpieza de la ventana a través de
la cual observamos los hechos.
Antes
de criticar, tenemos que chequear si hemos limpiado nuestro corazón
para poder ver más claro".
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